lunes, 14 de marzo de 2011

INTERRRAIL 2007-Día 3

DÍA 3: Köln-Berlin


Llegamos a Berlín después de una media noche tiraos en la estación y otra media noche tranquilos en un vagón con su agradable traqueteo. Como impresión de la dejada atrás ciudad Köln, sólo decir que el único fallo fue que ninguno compramos agua de colonia porque era muy cara y estos autóctonos intentan aprovecharse siempre de los turistas con sus caros souvenirs.
Nos bajamos del tren en la estación de Alexanderplatz dónde, mapa en mano impreso desde Google Maps (con el itinerario marcado con boli Bic), nos pusimos en marcha hacia nuestro albergue que, por cierto, fue el más barato y uno de los más nuevos que visitamos en todo el viaje: 9€ la noche por persona.
Llegamos al albergue sobre las 12 y media con un sueño que nos caíamos pues habíamos dormido poco y, cual fue nuestra sorpresa, cuando nos dijeron que hasta las 2 de la tarde no podríamos hacer el check-in. ¡Pues hala! ¡A tirarnos a dormir en los sofás del recibidor cual vagabundos!
Una vez descansados un poco en la habitación nos dispusimos a patear la nueva ciudad:
Berlín es una ciudad relativamente nueva ya que después de la Segunda Guerra Mundial pocos fueron los edificios que quedaron en pié y, hasta hace 10 años sin ir más lejos, Berlín no era ni la mitad de lo que es ahora y no es nada raro ver solares gigantescos en medio de la ciudad.
Nuestra primera parada fue una plaza fácil de localizar y reconocer ya que en ella se sitúa el Fernsehturm (o, traducido al español, el “pirulí” o “pirulaken” si quieres que suene más alemán), una monstruosa torre de televisión con un restaurante-mirador que se levanta 368 metros sobre el suelo (sí amigos, más alto que la Torre Eiffel) aunque el mirador está sobre los 204 metros. Aunque no tuvimos la oportunidad de subir, yo tuve la suerte de hacerlo en un viaje posterior y os digo que la vista es impresionante y que lo recomiendo mucho.
Marienkirche y el Pirulaken

En esta misma plaza también están situados 2 edificios emblemáticos de la ciudad: la Marienkirche (iglesia de Santa María) y el Rotes Rathaus (Ayuntamiento Rojo) con su típica fachada de ladrillo rojo.

Si alguna vez viajáis a Berlín, no os extrañéis si veis dos edificios con una misma función en la misma ciudad (por ejemplo, dos ayuntamientos o dos catedrales) pues, al estar la ciudad dividida tantos años por el muro de Berlín, Berlín Oeste tenía su propio servicio administrativo y Berlín Este el suyo.

¡De repente nos entró el hambre! Estos últimos días no hacíamos más que ver kebabs por todas partes y con el antojo que teníamos en ese momento ¿adivináis? ¡Ni un solo restaurante turco! Pero no nos rendimos y seguimos buscando hasta llegar nosesabedónde, donde encontramos uno. ¡Aleluya!

Momento glorioso en el que encontramos el Kebab

Después de devorar un kebab berlinés… ¿qué mejor que un sandy del McDonalds para rebajar? Dicho y hecho. Soto pidió su mítico sandy: “One sandy with caramel, please” y todos le imitamos.

Una vez comidos-merendados (pues eran sobre las 5 de la tarde) fuimos hasta la Isla de los Museos, que es justamente eso, una isla en medio del río con muchos museos (pero museos grandotes y hermosotes, no como la Galería Salzillo de Murcia).

Hicimos un poco el payaso en un gran jardín de césped y nos echamos unas cuantas fotos y, anocheciendo, volvimos a nuestra madriguera (osea, al albergue).

Frente al Museo de Arte Contemporáneo

Esa noche cenamos bocadillos de paté y ensaladas Isabel que, si no lo he dicho antes, lo digo ahora: esas ensaladas eran como comer el menú barato de un restaurante de comida rápida del infierno. Ahí lo dejo. Menos mal que antes de llegar al albergue compramos unas cuantas cervezas para acompañar.

Cena romántica entre literas

Al finalizar la velada cenando entre literas, acordamos dormir temprano para al día siguiente aprovechar bien el día y de paso descansar pues aún estábamos un poco cansados de la noche anterior. Así que a ponerse el pijama, apagar las luces y dulces sueños.